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El susurro de los Arboles

Miure

Acabo de ver pasar la muerte ante mis ojos, mis amigos, familiares todos muertos. Solo quedo yo.  Miure de ascendencia celta. Ahora, celta solitaria. Vago por los bosques, las hojas de los Tejos me acarician cuando paso bajo sus ramas. Todavía no me puedo creer lo ocurrido. Todos muertos, ¡todos! Bueno, al menos pudieron tener una ceremonia digna. Pronto todos partirán al otro mundo y de allí nuevas almas partirán hacia la tierra. ¿y qué será de mi? Sola, con todo el mundo cambiante, un mundo en el que ya no, ya no pertenezco.  Todo ha cambiado, la gente se olvida de los Dioses. Ahora construyen grandes templos para un solo dios, ¿Qué ha sido del resto? ¿Porque ya nadie cree en lo que siempre creímos? ¿Por qué la gente se olvida de la Diosa? El bosque está frío y húmedo, frío como mi alma y húmedo como mis ojos. La soledad me inunda, aunque sé que no estoy sola, si miro al cielo, a los árboles, el río que corre por el valle veo la inmensidad de los Dioses, su grandeza, que siempre nos acompaña. Y allí sigo yo, sola, en la inmensidad del bosque, casa de los Dioses. Empieza a anochecer, las lejanas estrellas empiezan aparecer  en el cielo junto con la luna, en fase creciente.

De repente un sonido estremecedor, un animal grita y poco después se oyen nuevos lamentos pero parecen crías. El mundo parece ir en mi contra, esos gritos me parten el alma, así que voy a ver de qué se trata. Camino por el bosque, hasta una pequeña llanura, en la que crecen pequeños arbustos. Hay mucha sangre alrededor, pelos, y más adelante veo dos cuerpos pequeños, levanto a uno de ellos, es una cría de zorro, la vuelvo a dejar en el suelo y maldigo al hombre que hizo esto. Pues solo un hombre es capaz de hacer tanta maldad. Mi voz es silenciada por nuevos gritos, débiles, procedentes del arbusto más cercano. Me acerco a la planta, y entre sus ramas puedo ver un asustado zorrito, me mira con los ojos muy abiertos, horrorizado por la matanza que acaba de presenciar. Como yo, ha perdido a su familia. Le acerco mi mano lentamente, la mira asustado e intenta morderme, no le culpo. Le digo palabras amables, con voz suave, para que intente comprender que no le quiero hacer ningún daño. Decido probar con un trozo de carne seca que guardo con mis provisiones, parto un trozo y se lo acerco con la mano,  mira la carne y se acerca un paso, pero poco después retrocede. Con estas cosas hay que tener paciencia, así que espero a que se calme y pueda comprender que yo solo deseo ayudarle. Pasa el tiempo, la luna se encuentra en la mitad de su recorrido. Aunque intento mantenerme despierta, mis ojos se cierran y  el sueño me vence. No sueño nada, por extraño que me parezca solo veo negrura a mí alrededor, camino a ciegas y a lo lejos veo un resplandor blanco, me acerco lentamente, como si fuese flotando en el aire. Al avanzar descubro que el resplandor procede de una criatura, quizás un perro, un lobo o un zorro, no lo distingo bien. Me llama, yo avanzo más rápido y cuando estoy enfrente suya me doy cuenta que es un zorro, hembra, eso no sé como lo sé, pero lo sé. A su lado veo a Faidu, la Diosa loba, posando su mano en la cabeza del animal. Faidu me mira con amor en sus ojos y me habla

-          De ahora en adelante tu cuidaras del pequeño sionnach, será tu deber protegerlo, el confiará en ti, al despertar lo encontraras a tu lado. Cuídalo bien Miure, cuídalo….

Todo empieza a perderse, me alejo sin querer de ellas, hasta que vuelvo a la oscuridad y unos minutos después despierto.

Sigue siendo de noche, miro a mí alrededor y veo al pequeño zorro durmiendo junto a mi cuerpo, tiembla un poco. La noche es fría. Así que decido taparle con mi manta y le abrazo con ternura. Se despierta, bosteza y me da un pequeño lametón antes de volverse a dormir.

No puedo volver a dormirme, me quedo pensando en el sueño y en las palabras que me dijo Faidu y a la vez en mi nuevo compañero, que duerme plácidamente. Por primera vez en estos días sonrío feliz, ya no estaré sola.

El sol se asoma entre las montañas, Sionnach, pues así decido llamarle, bosteza y sale de debajo de la manta. Se sacude y se estira mientras yo le miro divertida. Cuando se da cuenta donde esta pega un salto sobresaltado, pero en poco tiempo se relaja. Le acaricio un poco el lomo para calmarle y darle a entender que no quiero hacerle ningún daño, que lo que quiero es  ser su amiga. Recojo las cosas y me pongo en pie. Busco un lugar donde poder hacer una hoguera, recojo piedras que me voy encontrando por el camino. Al final consigo reunir suficientes para poder hacer dicha hoguera encima. Madera hay suficiente por los alrededores, de ramas que han caído de los árboles, así que las cojo y las acumulo encima de las piedras. Recojo con delicadeza los cuerpos de los hermanos de Sionnach y los coloco entre la madera. Enciendo el fuego y rezo por sus almas, y por el alma de la madre.

“oh Dioses que estáis ahí, vigilantes…

Os ruego que acojáis en el otro mundo a estas pequeñas criaturas, junto con su madre, que fueron asesinadas. Que sus almas vivan felices y se reencuentren en el más allá, para que la madre pueda seguir cuidando de sus pequeñas criaturas.

Mientras tanto, desde aquí abajo os ruego que me ayudéis a cuidar a Sionnach y que viva feliz, aunque será difícil que olvide la crueldad que vio con sus ojos. Faidu me encargaste su cuidado y yo le cuidaré tanto como pueda

Mis más sinceros saludos, Dioses míos, gracias por prestarme atención”

 

(continuará...)

-Kelvariel- 

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