El descanso de Gaia

El viento soplaba fuerte, tan fuerte que muchas ramas de los grandes árboles habían partido, dejando a estos heridos. Pocos animales salían de sus escondites con este temporal, pero en medio de él una joven intentaba caminar, protegiéndose con los brazos de las ramas, tenía los brazos llenos de arañazos de las mismas. Su pelo estaba todo revuelto por el viento y a penas se distinguían los rasgos de su cara, solo una maraña de pelo rubio y rojo. El viento cambiaba la dirección a su antojo y eso hacía más difícil el avance. Una ráfaga de viento fuerte la hizo caer y se quedo tendida en el suelo unos minutos descansando. Se levantó, no podía quedarse allí, podía matarla la caída de alguna rama. Siguió caminando, esta vez el viento le venía de cara y consiguió apartarse el cabello por unos instantes. Se descubrió una cara angustiada, sus ojos verdes que por momentos se convertían en azules, se encontraban apagados por el agotamiento.
- Dioses ¡Queréis dejar de jugar conmigo! ¡Basta ya, así no hay quien pueda caminar!- Por curioso que parezca el viento paró y se convirtió en una suave brisa que acarició sus cabellos
- ¡Ya era hora! ¿No os habéis dado cuenta que con vuestros juegos habéis dañado a multitud de criaturas? Mirar la herida que le habéis provocado a este tejo- colocó su mano sobre una rama rota del árbol y curiosamente esta se reparó
- ¡Es increíble lo irresponsables que podéis ser a veces!- Una rama de otro árbol se rompió y le dio en la cabeza.
- No os gusta que os diga vuestros errores, muy bien, pues me estaré callada todo el camino si es lo que deseáis- dicho esto hizo una reverencia burlona y continuó
Iba curando a todas las plantas que veía heridas por el camino, hasta que se agotaba., en esos momentos se sentaba o tumbaba a descansar.
El tiempo pasaba, y llegó a la cima de la montaña, allí extendió los brazos y gritó:
- ¡Por fin me uno con vosotros! ¡Me conocerán como Gaia la Diosa protectora de la vida! ¡Controlaré vuestros juegos e intentaré que ninguna criatura sea más dañada¡
Se tumbó en la fina hierba y poco a poco esta la empezó a cubrir y donde antes estaba ella crecieron unas flores amarillas y rojas. Y el manto de hierba se tornó verde azulado. A ese lugar se le conoció como el descanso de Gaia.